lunes, 26 de agosto de 2019

Fuego interno

Sentada frente a la ventana con la mirada perdida y un café en la mano. Del lado izquierdo hay una pluma y parece estar a punto de moverse sola, ella la mira y respira hondo.

Comienza a escribir con lentitud, las manos le tiemblan y hacen que su caligrafía raye en lo indescifrable. Las lágrimas escurren por sus mejillas y son tan largas que llegan a su pecho. Cada letra parece estar siendo escrita en su propia piel, pero no se siente como una pluma, se siente como algo que va rasgando todo a su paso. Hace una pausa que parece eterna y escucha a lo lejos la llegada del tren, ese sonido siempre la ha confortado, como si al escucharlo se encendiera una esperanza, se apagaran las llamas que la consumen. Da un sorbo más al café, esta tibio, ya no perdió su función. Todo de pronto se queda en silencio.

Se levanta de golpe y comienza a abrir con desesperación los cajones, caen libros, revistas, fotos y cartas por doquier; lo toma todo y enciende la chimenea, se apresura a llevarlos al fuego, como si su vida dependiera de ello. Los ve consumirse en minutos, ahora sus manos están sucias y corre al baño a lavarlas, lo hace tan bruscamente que le duele, pero no repara en ello. De pronto se mira al espejo y comienza a llorar de nuevo. Nada de esto tiene sentido y al mismo tiempo todo parece ser un plan perfecto. Logra serenarse y regresa a escribir, esta vez una hermosa letra comienza a fluir y una media sonrisa adorna su bello rostro.

De pronto un pensamiento cruza su mente y se dirige al cuarto, mira hacia el
buro, toma algo entre sus manos y arranca una foto, la observa, hace una mueca, rompe la foto en pedacitos y se tira al suelo junto con ellos.

El marco blanco, tan blanco como la nieve está ahora también en el piso, ella no tiene la intención de levantarlo, ella solo se ríe a carcajadas y cuando logra guardar compostura dice:

¡Al fin soy libre!

Toma un sobre y mete la carta recién terminada en él. Mientras prepara más café enciende la radio y la música la hace bailotear por toda la habitación. Frente a la chimenea con una taza de café nueva y humeante, coloca la carta en el fuego y la ve arder. 

Mientras el sonido del tren vuelve a irrumpir en la habitación, ella bebe el ultimo sorbo. No hay nada más que quemar.

Sun-mi Laurie

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