Deslizo de nuevo las manos por toda la cama, tratando de encontrar algo que
no perdí. Mis ojos se abren y mi mente comienza a ser bombardeada con imágenes y
recuerdos. Tardo unos segundos en recordar quién soy, dónde estoy, la hora, la
fecha.
Han pasado 2 años o 4 o 5, no estoy segura ahora. Sigo ahogando los
gritos matutinos, las lágrimas han aprendido a derramarse sin tocar la
superficie, quisiera despertar de mi realidad y encontrarte como siempre, en tu
lugar.
Me pierdo en el agua casi hirviendo de la regadera, concluyendo que eso
duele menos que tu ausencia, una taza de café me anestesia como cada mañana, mi
gato ignora el estado de ánimo en el que estoy hoy, tal vez por eso, desde que
te fuiste prefiero a los gatos que a los perros.
Salgo a la calle mirando al piso, no hay nadie interesante a esta hora ni
en este rumbo. Comienza la rutina, trabajo, plática, comida, trabajo, tráfico,
personas.
Me pregunto lo que dirías tú sobre lo que está pasando en el mundo, en mi
mundo. Cómo reaccionarias si me vieras ahora, casi vegetariana, con tendencia budista,
un trabajo estable, escritora por hobby, enamorada de un filosofo, adorable
hermana, respetuosa hija, egocéntrica, determinada, despistada, vanidosa,
desordenada, indecisa.
Me haces tanta falta, en días como hoy tu ausencia me mata. Como siempre,
dibujare una sonrisa y seré feliz, pues tu me enseñaste a ser así; positiva,
alegre, empática, con sueños y metas. Gracias por haber sido el hombre de mis
sueños, gracias por seguir siéndolo.
Te amo
S.L. Mellark