Cuando una etapa de nuestra vida concluye, podemos sentirnos
bien o estar tristes y confundidos, sobre todo si no fue
nuestra decisión o deseo terminar con dicha etapa.
Sea cual sea la forma en la que lo estemos asimilando,
experimentamos un efecto de liberación. Como si fuéramos un animal encerrado
por un largo periodo, cuando abres la puerta, es probable que salga cual
caballo desbocado, sin rumbo ni idea de dónde quiere ir, solo disfrutando la
culminación de su encierro o podemos abrir esa puerta y el animal estará nervioso,
dudando si debe salir, observando con calma, con miedo a lo que hay en el
exterior. Cuando logra salir lo hace despacio, midiendo cada paso, retomando su
confianza hasta finalmente perderse en
el horizonte.
Si concluimos una etapa agradable, nos será difícil no
añorarla, sin embargo debemos disfrutarlo y sentirnos orgullosos de haber
vivido algo placentero y tener la certeza de que la siguiente etapa nos permitirá
un crecimiento personal mayor.
En caso contrario, es momento de respirar profundo, liberar
y agradecer la culminación. Mientras analizamos los errores y aciertos, para tomar nuevos bríos y fuerza.
Lo único que puedo garantizar, es que tu paso por esta vida,
tendrá de todo, alegrías, tristezas, amores, desamores, éxito, fracaso; ninguna
de estas etapas será permanente, de todas aprenderás y si eres inteligente, las
agradecerás una a una al final del camino.